sábado, 1 de septiembre de 2007

Anestesia

Llevo dos horas tratando de escribir algo. No sólo no logro elegir un tema, una causa, sino que tampoco recuerdo las anotaciones mentales que suelo hacer sobre pequeños textos que se me ocurren en cualquier momento y que planeo registrar después.
¿Es que acaso he perdido mi pequeña capacidad de volcar sensaciones en palabras? ¿Ya no seré capaz de inventar situaciones, entornos, emociones y fantasías que ayuden a mi mente a compensar tanta diaria presión de lo real y concreto?
¿Dónde fueron mis días nublados en la ciudad y mis tardes de sol en el bosque? ¿Dónde está la lluvia que nos obliga a refugiarnos en solitarios reductos de tristeza o en cálidos ambientes de amistad o romance?
¿Qué pasó con mis hadas, mis duendes, mis calles, mis abismos, mis llantos y mis salvadoras risas?
¿Dónde fueron las palabras de amor que no temían a la etiqueta de cursilería?
¿Es acaso que tengo anestesiados los sentidos que me dictaban las palabras?
Deseo esos sueños que soñaba despierta, de calma o de tormento pero en definitiva asibles y plasmables hasta el punto de hacerlos parte de mi fortaleza.