sábado, 29 de septiembre de 2007

Contando de mí

Desde muy chica me gustaron las artesanías.

“Manualidades” les decíamos en esa época.

Mi madre me inculcó el gusto por el tejido y me enseñó a coser a máquina. Mientras mis amiguitas jugaban con las muñecas yo aprendía a bordar. Cuando ellas a duras penas lograban una bufanda en la clase de actividades prácticas yo me hacía un pullover con dibujitos.

Ya en la secundaria técnica aprendí a manejar herramientas y a conocer materiales. Incluso luego la necesidad de trabajar me llevó un par de temporadas a una librería técnica y artística donde pude ver variedad de elementos y tomar contacto con artistas de lo más variados y averiguar el por qué de sus elecciones en cada caso.

La falta de trabajo a finales de los maravillosos noventas y la insistencia de varios amigos que recibieron algún regalo fabricado por mí, me decidieron a intentar ganar unos dinerillos con el hobbie.

La experiencia fue inestablemente lucrativa por lo que en cuanto conseguí un trabajo más constante los productos de mis manitos volvieron a ocupar el lugar de hobbie y, en algunos casos, a ser obsequiados como muestra de afecto.

Reconozco que mi afición suele llevarme a horas de apego a la pantalla de Utilísima y a tener pilas de revistas y libros sobre los diversos temas relacionados además montañas de cajas con materiales de lo más variados. Muchos de ellos de escaso valor comercial ya que uno de mis mayores intereses es el reciclado.

Parte del tiempo que fueron ganando las artesanías fue el que antes dedicaba a escribir y ahora son la excusa para que vuelva a hacerlo.

Por lo que, amigos míos, si llegaron hasta aquí y no fue por dormirse sobre el cursor, pronto encontrarán otras parte de mi historia. Seguramente muy ligada a lo “hecho en casa”.