domingo, 23 de diciembre de 2007

Ayuda urgente

Estoy en crisis.
No sé qué pedirle a Papá Noel (o al niñito Dios, como dice mi madre). ¿Alguien me sugiere algo interesante?

Mandarinas

En el fondo de casa hay un árbol de mandarinas.
No es muy grande pero está bastante orgulloso de su fronda y no es para menos. Nuestros escasos conocimentos de jardinería nos llevaron a plantarlo en un rincón demasiado reparado y el pobre arbolito tuvo que arreglárselas para crecer a la sombra durante muchos inviernos. Tal vez creció de pura ilusión por tocar un rayo de sol con sus ramas o para escapar del perro.
Sean cual fueren sus razones se fortaleció y cada año nos regala más mandarinas.
Lo mejor es poder hacer budín de mandarinas enteras con la tranquilidad de no estar incorporando ningún químico raro.
¿Se les hizo agua la boca? A mí también. ¿Conseguiré mandarinas en algún lugar un domingo de lluvia?

Deuda

Sí, lo reconozco. Ofrecí relatos y nunca los publiqué.
En verdad tengo una serie de personajes. El canguro, la oldteenager, los ostentamúscluos y el príncipe Adam de los cuales les iré contando en cualquier oportunidad.
Sucede que ya comencé a trabajar y entre el trabajo y la rehabilitación no me queda mucho tiempo (ni resto físico) para sentarme a escribir. Les aseguro que los escritorios de roble son duros y dejan marcas en la frente.
En cualquier momento corrijo mis borradores en papel y los vuelco por acá. Por ahora prefiero otros temas más aptos para un día de lluvia como hoy. Ojalá alguno les guste.

martes, 30 de octubre de 2007

Gym

A causa de una fea (muy fea) lesión lumbar originada por vaya uno a saber qué, mis días -desde hace unos meses- transcurren entre fármacos de diversos tamaños, formas, colores y olores y horas de rehabilitación.

Esto por supuesto pone a prueba el temple de cualquiera y destroza los bolsillos. Por lo tanto me esfuerzo mucho por mantener “la moral en alto”.

En esta línea actitudinal (si no es una expresión correcta me gustaría saberlo) contesté al mensaje de un amigo que preguntaba por mi estado (porque una de las cosas que me ayudan a mantener la cordura es el apoyo de mucha gente a través de sus muestras de aprecio y preocupación), le contesté, decía, que seguía con los “fierros”. Trató de alentarme sugiriendo que siguiera y quedaría hecha una Barbie. Ja!. Si hacen una Barbie con mis proporciones en un par de siglos los arqueólogos hablarían del período en que regresó el ideal estético del Renacimiento.

Más allá de los motivos, el hecho de frecuentar gimnasios y permanecer en ellos largas horas, me ha hecho descubrir un nuevo espectro de gente o, al menos, un nuevo espectro de facetas de la gente.

Si les interesan mis descubrimientos vengan por aquí de vez en cuando ya que tengo la intensión de exponer mis hallazgos.

Por ahora me voy a preparar un conjuntito sport.

martes, 23 de octubre de 2007

Cubos

Si a alguien le quedó la intriga de cómo eran los cubos con los que se formaban imágenes (tipo rompecabezas) que al girar las hileras de cubos completas cambiaban de imagen. Que mencioné en el post anterior puede acercarse a cualquier juguetería y buscar los cubos de las Princesas Disney porque parece que en esa empresa hay alguien que anda recordando los mismos juguetes que yo sólo que con la posibilidad de re-editarlos.

Ya que se están volviendo a encontrar productos Rasti en las jugueterías renuevo mis esperanzas de conseguir el reloj para armar.

jueves, 4 de octubre de 2007

Rasticlock

Esto de andar recordando la infancia me está pegando fuerte. ¿Será el famoso “viejazo”?

Trataba de recordar rompecabezas que tuviese en mi niñez y no puedo recordar ninguno. Se lo pregunté a mi mamá pero tampoco pudo precisar ninguno aunque también estaba segura de que había unos cuantos.

Sí recordamos los varios juegos para armar (ladrillitos rasti, mecano, dedalitos, etc) y unos cubos con los que se formaban imágenes (tipo rompecabezas) que al girar las hileras de cubos completas cambiaban de imagen. Pero el que más impacto me causó y ambas recordamos fue el RastiClock.

Se trataba de un verdadero reloj de péndulo para armar. Se montaba sobre dos acrílicos transparentes por lo que los engranajes quedaban a la vista y con ellos todo el funcionamiento del reloj.

Lamentablemente se perdió en una mudanza y no pude conseguir uno para mi hija.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Tormenta

Hoy es un día gris. Gris oscuro para ser más precisa. Parecen las siete de la tarde y todavía no son las cinco.

Estuvo así desde la mañana pero ahora ya llegó la lluvia con su show de truenos y relámpagos.

Mi hija lo disfruta bailando bajo la galería con techo de chapa. A ella no la pone melancólica. La llena de energía.

Los perros aprovechan el permiso especial de estar adentro y dado el tamaño del “gordo” hay que andar esperando que se corra de los pasillos para poder pasar.

Por lo general no hago esto pero hoy he decidido seguir las órdenes de la naturaleza y acovachar.

Si señores. Hoy no me mueven de mi casa.

Me voy a armar mi rompecabezas de 2000 piezas.

Osito amarillo

A mis compañeritas de primaria les gustaba mucho venir a jugar a mi casa. No era por el patio grande y arbolado o por lo amplio de los ambientes (¡ay, cómo los extraño!) porque esas eran características comunes en las casas del pueblo. Tampoco a las inexistentes dotes de pastelera de mi madre –que se suplían con galletitas o pan y abundante dulce de leche- ni a mi afición por la lectura. Se debía principalmente a mis muñecas.

No sé por qué pero sólo jugaba con las muñecas cuando no me quedaba otra opción en pos de ser buena anfitriona.

Entonces comenzaba el ritual de bajar las muñecas de las repisas y sacarlas de sus cajas, lo que – supongo- daba a mis amiguitas la recurrente sensación de estar estrenando juguetes.

Si a esto le sumamos los jueguitos de dormitorio (muy moderno en ese momento) y cocina (de los de chapa que heredó mi hija en perfecto estado) mi humilde hogar se transformaba en un lindo espacio de juego.

En ese tiempo no había la variedad de peluches que hay ahora pero en la pared de mi habitación tenía colgada una hermosa pepona que también salía a pasear en las tardes de jugar a la casita e inventar historias que hubiera envidiado el mismísimo Migré. Pero por las noches después de la acostumbrada lectura solía compartir mi almohada con un tierno osito amarillo que, obviamente, no formaba parte de las tertulias antes mencionadas.

Supongo que la aparición de estos fragmentos de recuerdos de mi infancia se deba a que mi esposo me regaló un hermoso Igor para nuestro aniversario y se rió un rato largo cuando, días después, llegó y me encontró durmiendo abrazada el burrito de tela.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Contando de mí

Desde muy chica me gustaron las artesanías.

“Manualidades” les decíamos en esa época.

Mi madre me inculcó el gusto por el tejido y me enseñó a coser a máquina. Mientras mis amiguitas jugaban con las muñecas yo aprendía a bordar. Cuando ellas a duras penas lograban una bufanda en la clase de actividades prácticas yo me hacía un pullover con dibujitos.

Ya en la secundaria técnica aprendí a manejar herramientas y a conocer materiales. Incluso luego la necesidad de trabajar me llevó un par de temporadas a una librería técnica y artística donde pude ver variedad de elementos y tomar contacto con artistas de lo más variados y averiguar el por qué de sus elecciones en cada caso.

La falta de trabajo a finales de los maravillosos noventas y la insistencia de varios amigos que recibieron algún regalo fabricado por mí, me decidieron a intentar ganar unos dinerillos con el hobbie.

La experiencia fue inestablemente lucrativa por lo que en cuanto conseguí un trabajo más constante los productos de mis manitos volvieron a ocupar el lugar de hobbie y, en algunos casos, a ser obsequiados como muestra de afecto.

Reconozco que mi afición suele llevarme a horas de apego a la pantalla de Utilísima y a tener pilas de revistas y libros sobre los diversos temas relacionados además montañas de cajas con materiales de lo más variados. Muchos de ellos de escaso valor comercial ya que uno de mis mayores intereses es el reciclado.

Parte del tiempo que fueron ganando las artesanías fue el que antes dedicaba a escribir y ahora son la excusa para que vuelva a hacerlo.

Por lo que, amigos míos, si llegaron hasta aquí y no fue por dormirse sobre el cursor, pronto encontrarán otras parte de mi historia. Seguramente muy ligada a lo “hecho en casa”.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Papel papel

Buen día.
A bien de mitigar las ansias de mi cónyuge de encontrar algún texto mío publicado trataré de combinar unas cuantas palabras que presenten alguna idea; si es posible, lógica.
Por lo tanto me voy a buscar mi cuaderno. Escribo mejor en papel y, de ser posible con lápiz o pluma.
Alguna vez escuché a Alejandro Dolina diciendo que no se puede escribir poesía sin tachones y yo agregaría (si él me lo permitiese) que no se puede iniciar un relato si no se lo toca en el papel.
Para iniciar un texto, la primera idea debe escribirse con borrones o tachones. Si hacen falta llamadas, flechitas y anotaciones entre los renglones o en los márgenes hay esperanza de resultado legible.
Claro que es ideal contar con un diccionario a mano, si es de sinónimos, mejor.
Yo amo los mamotretos grandotes en los que las palabras se buscan con el dedo tanto como con los ojos.
Por supuesto que no niego la practicidad de escribir en una computadora pero cuando se trata de emociones, sensaciones, delirios, inventos, y –a riesgo de sonar atrevida- literatura, el texto debe pasar un período en papel. Casi como un bautismo.
Las ideas anotadas en cualquier papelucho que se estiran en un papel mayor producen el placer de desperezarse. Por más que busque fuentes que simulen la letra manuscrita no logro esa sensación por lo tanto volveré por aquí cuando traiga algo que transcribir de mi cuadernito.
Hasta pronto (espero).

sábado, 1 de septiembre de 2007

Anestesia

Llevo dos horas tratando de escribir algo. No sólo no logro elegir un tema, una causa, sino que tampoco recuerdo las anotaciones mentales que suelo hacer sobre pequeños textos que se me ocurren en cualquier momento y que planeo registrar después.
¿Es que acaso he perdido mi pequeña capacidad de volcar sensaciones en palabras? ¿Ya no seré capaz de inventar situaciones, entornos, emociones y fantasías que ayuden a mi mente a compensar tanta diaria presión de lo real y concreto?
¿Dónde fueron mis días nublados en la ciudad y mis tardes de sol en el bosque? ¿Dónde está la lluvia que nos obliga a refugiarnos en solitarios reductos de tristeza o en cálidos ambientes de amistad o romance?
¿Qué pasó con mis hadas, mis duendes, mis calles, mis abismos, mis llantos y mis salvadoras risas?
¿Dónde fueron las palabras de amor que no temían a la etiqueta de cursilería?
¿Es acaso que tengo anestesiados los sentidos que me dictaban las palabras?
Deseo esos sueños que soñaba despierta, de calma o de tormento pero en definitiva asibles y plasmables hasta el punto de hacerlos parte de mi fortaleza.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Inicio 2

Hace unos días vi una película sobre la vida de Beatrix Potter, una escritora de cuentos para chicos (que no tiene nada que ver con Harry Potter, aclaro por si hace falta para algún desorientado).
Casi al comienzo, la protagonista escribía algo así como que lo bueno de comenzar a escribir una historia es que nunca sabes a dónde te llevará. Me pareció un encantador contraste para el pánico de la hoja en blanco de la que hablábamos en los talleres literarios de los que participaba en mi adolescencia.
La frase quedó rondando en mi cabeza y me hizo replantearme algunos conceptos.
¿Qué más da comenzar con una idea y después cambiarla? ¿Qué importa comenzar sin ninguna idea si con el fluir de las palabras se puede encontrar un relato? Y qué importa si el relato es una historia atrapante, un chiste, una sátira o un bodrio si al menos sirve para aliviar el alma de su autor.
Iniciar. Con el motivo que sea, con las palabras que lleguen primero y dejar correr su propia sonoridad para llegar sólo a donde quieran llevarme. Sin pretensiones literarias. Sólo quiero volver a escribir por el placer de hacerlo.
Este es, al menos por ahora, el objetivo de este lugar para mí. Hacerlo acá me da la sensación de no estar tan sola ya que puedo recibir opiniones.

viernes, 3 de agosto de 2007

Hoja en blanco

Hubo un tiempo en que escribir lo que sentía o imaginaba era simple, natural. No necesariamente bueno ni de valor literario aceptable pero al menos útil para mí. Sin embargo parece que los años me han silenciado.
No los años por sí mismos sino lo que me ha pasado en ellos. Seguramente el silencio es culpa de lo que permití que pasara y no debí.
Varias veces me encontré con gente que en la adolescencia escribía –prosa, poesía, lo que fuera- y hoy no sólo no escribe sino que casi tampoco lee. Eso podría interpretarse como una evolución natural sino fuera porque la mayoría extraña esta actividad, este permiso de desahogar el alma sin usar a nadie como recipiente de nuestros relatos en momentos de angustia. O mejor aún, la posibilidad de transformarlos a través de la escritura.
No sólo los momentos difíciles serían mejor transitados con el apoyo del papel y el lápiz (sí, prefiero escribir en papel) sino también los felices. A veces es más difícil compartir un buen momento que uno difícil si no se encuentra la compañía correcta.
El punto es que hoy, por circunstancias que no vienen al caso dispongo de algo de tiempo para escribir y el silencio gana la partida.
No es que no tenga temas o necesidades o incluso alegrías sino simplemente que no sé cómo contarlas.
Creí que iniciar un blog sería una buena excusa para escribir pero no me sale nada.
Si alguien llegó por aquí lamento decirle que, al menos por ahora, no encontrará nada.

lunes, 23 de julio de 2007

Inicio

Esperen que lo piense bien.